23.10.10

Weird-o times

Me encuentro sentado sobre la cama hojeando el libro que me acaba de regalar mi novia, y me percato de que estoy meciéndome muy sutilmente. El moviendo hacia delante y atrás es tan delicado que apenas me voy dando cuenta y ya llevo buen rato así. No me molesta en lo mínimo el reciente descubrimiento, porque me hace sentir tranquilo y cómodo, veo las piernas desnudas y salgo un poco del trance en el que entré al leer y balancearme. No estoy leyendo cualquier libro, se trata de una copia única de El Hobbit, el cual es de mis favoritos, y no sólo por tratarse de un buen clásico al que cualquiera que leerá esto relacionará con culturas y eventos modernos, sino porque le tengo cariño gracias a la bonita gama de cosas que me hace sentir. Difícil de explicar sería, más no imposible, si lo hiciera en persona, pero aquí sólo me queda escribir que me tranquiliza y hace sentir muy contento. Como he dicho, la que tengo y ojeo es una copia única, muy acorde al libro, ya que es edición del 70 Aniversario, numerada 2871 de 3500. El regalo y el evento del que vengo, por demás sencillo pero bonito y rico, me han hecho sentir como no me habían hecho sentir, me atrevo a decir, nunca. Único.

Si tengo que agradecer algo hoy, aparte de a ti como compañera, será el sentimiento logrado con el bello propósito de tu regalo, el cual como me dijiste, no ha sido el bien físico en sí, sino el compartir tus detalles y tu tiempo.

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Ha sido, por otro lado, semana larga, difícil y fea. Con sus perdidas y sus sacrificios, pero ya terminó, y lo hizo bien. Sin embargo hay algo que me molesta desde antes de haberla comenzado. Al aproximarse mi cumpleaños, me he sentido como solamente había pasado una vez, a una edad que recuerdo con recelo, una edad rara. Primeramente sobre los cumpleaños pienso lo siguiente: festeja los ajenos y de aquellos más queridos, pero en el tuyo pásalo bien, tranquilo y a gusto, lo cual casi siempre hago, ya que en mi gusto está el no hacer mucho, en especial ese día. Está vez particularmente, se me antojaba para un día no muy bueno que digamos, ya que me he sentido muy cansado, y me he hice expectativas. Nada específico, sólo sé que debo esperar algo. Por qué no tal vez se dé o no, el día bonito. Es el año 25 después de que nací. Así como me siento bien, maduro y crecido, me entristece un poco el saber que he perdido tiempo, mucho tiempo, y no lo recuperaré. Se me antoja también para algo especial, algo que no he hecho antes, pero sé que no pasará. Quizás el próximo.

Ahora, eso que hace eco en mis oídos, de lo que ya les hablé, hace referencia a mi época en la preparatoria. Cuando estuve en ella, la importancia que le daba a la mayoría de las cosas populares y comunes era casi nula, y como ellas mismas, era simplemente por encimita. Me sabía y consideraba una joven amargo y sin mucho que esperar de lo que viniera después. Tenía más o menos algo en mente acerca de qué hacer, pero tampoco me preocupaba mucho. No me importaban las relaciones, y al igual que los demás, veía a las mujeres sólo como carne, mientras me preguntaba si habría alguna diferente, interesante. Pero sobre todo sentía algo que trataré de explicar con el símil del cotidiano caminar y la vuelta en una esquina, sabiendo lo que verás después pero esperando algo más. Esa sensación de certeza que cansa y da flojera. Que te deprime un poco, pero al mismo tiempo te hace tomar esa esquina que te llevará a lo que ya conoces, tomando un poquito de esperanza para que algo más salte. Así pues, me siento últimamente. Hay diferencias, claro, ahora sé que quiero estudiar y a que me quiero dedicar de lleno. Sé también con quien quiero estar. Sé cuando decir sí, no o simplemente decidir sobre la marcha. Sé enfrentarme a las cosas y personas. He crecido y se siente bien, pero como ven, algo volvió y detiene al todo.

También me siento distraído, ausente del vaivén, pero en disposición de escuchar y generar replica. Como esa canción que me gusta, he sentido que voy desvaneciéndome en el aire. Así como todo esto es raro, el malestar en sí, la sensación de desvanecerme es muy propia y querida. Tal vez por ésta no me he vuelto loquito y empezado a llorar sin razón cuando voy caminando, sin embargo, viene con una sensación que para nada me gusta: no pertenecer.

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