13.11.06

Onírico celuloide

Una mujer atraviesa una cortina que sirve como puerta para un cuarto, se mueve muy rápido, con prisa, sollozando, el sonido es confuso, marea, ahora sólo se observan sus pies descalsos, son los de una niña, caen gotas de sangre de entre sus piernas y al caminar sus huellas son rojas, manchan la alfombra que únicamente cubre el centro del pasillo, hay gente alrededor, pero no le dan mucha importancia a la niña, muy pocos la voltean a ver. La casona es muy vieja, de adobe con techo y piso de madera, de grandes pilares, Mexicana. Al llegar al final del largo pasillo, donde la luz es neutra y de una amarillo tenue, una mujer la ve y se apresura hacia ella preguntando asustada - ¿Pero quién te ha hecho esto mi niña?, vamos con el mayor - la viejita la abraza y la niña no niega sus brazos, aún después de lo que le ha pasado, caminan a lo largo de otro pasillo con menos gente, a los lados en vez de puertas hay cortinas, hermosas cortinas color crema que se ondulan con corrientes de viento, ya que el otoño va comenzando, a estás alturas me he dado cuenta de que se trata de alguna especie de refugio que sirve como hospital también. Se escuchan gritos, y el ruido de motores muy a lo lejos. La música es tranquila, adecuada para el momento, sin embargo hay tensión.

Al final del corredor la viejita abre la única puerta que se ha visto, es antigua, la madera está astillada pero aún en buen estado y la chapa es colorada, al entrar al cuarto, un hombre que está de pie y de espalda a la entrada voltea por la sorpresa, ya que no es normal presentarse ante un militar de un rango tan alto sin antes anticipar la necesidad de verlo. ¿Qué pasa mujer, qué pasa? - pregunta él, es cuando me doy cuenta de que se trata de la icónica figura de Pedro Infante, continua - ¿Pero qué le ha pasado a esta niña, ha sido un accidente?, pobre de mi pequeña Magdalena, hay que tener cuidado - los ojos del mayor revisan toda la figura de la niña, la viejita dice temblorosa - Me temo mi señor que no ha sido un accidente - él interrumpe de inmediato con una evidente deseperación - ¿Entonces, quién se ha atrevido a arrebatarle tanto a esta mi pequeña niña? - de repente se escucha muy leve un sonidito, la niña dice - fueron los muchachos Alemanes - el mayor grita de frustración, coraje e impotencia a la vez, sale corriendo de su estudio - ¡Infelices!, traiganlos ante mi, rápido - llega al cuarto de los hombres y toma al más grande y viejo del cabello, lo estrella en la pared, lo levanta y lo lleva a su estudio, sus hombres llevan a otros tres, son muy blancos y corpulentos, pero jóvenes, al llegar al cuarto, miran a la niña y se rien, se burlan, la mirada de la niña está perdida - Haganlos callar de un culatazo en la nuca muchachos, aquí nadie se va a burlar de una niña - dice el mayor, y al instante aparece el silencio.

Los hombres del mayor son en apariencia sumamente fuertes, y grandes, con rostros humildes y justos, el mayor a su vez, es muy delgado, pero su fuerza sorprendería a cualquiera, su cara es muy tranquila, amable, risueña tal vez. El mayor comienza a hablar con su tono habitual de voz, ocultando una impotencia en crecimiento, pero con tanto poder que intimida a todos los que están ante él -
Allá en su querida Alemanía mis camaradas, podrán hacer lo que les plasca, pero aquí en México no toleraré tal muestra de suciedad, miren que quitarle su pureza e inocencia a una niña es demasiado bajo, no, tal vez me equivoco, tal vez si es digno de ustedes, siempre he sabido que todos los militares estámos hecho de la misma mierda, sólo que ustedes son de la blanca, Aría como dice su jefe, y a su parecer eso los hace superiores - respira por un instante, con la mirada clavada sobre la niña y la viejita, continua - Ahora, el trato que les hemos dado, ¿Así lo agradecen?, ella apenas tiene cator... - suspira de enojo, y su aspecto en la película cambia, ahora se ve en tonos sepía y con una granulación parecida a la de las pantallas de televisión, la cámara se mueve a su respirar, nunca se queda quieta y cambia de ángulo constantemente - Catorce años, por mi señor, esto es muy malo para ustedes y no sentiré ningún remordimiento por lo que haré, cuando llegarón los ví con los mismos ojos que los demás, como los humanos que son, pero me he dado cuenta de que esa misma debíl condición humana es lo que los ha hecho actuar de la peor manera, ningún otro ser sobre esta tierra se comporta igual - hace una pausa, y suspira, uno de los extraños se rie - Has callar a este cabrón, que respeta a la niña - el soldado obedece y lo tumba de un codazo en la nuca sin esfuerzo alguno - Ahora lo que les espera, aquí en México a los criminales primero les damos de comer para que vean que le amamos, les ofrecemos la compañía de un religioso, después los abrazamos y al final les damos lo que han escogido, su muerte, y vaya que han elegido mal, esta será la única vez que me sienta bien quitandole la vida a alguién, lo siento pero así será, todo esto hubiera sido desde ayer - se incorpora firme frente a sus hombres y dice por último - Llevenselos a que se den un baño, y den la orden de que se guisen cinco gallinas, que se frían cebollas, calabazas y tomates, que se rebanen papayas y naranjas, y por favor, que se pongan a cocer las flores, quiero que estos nazis estén bien perfumados cuando mis balas los perforen - Los hombres siguieron sus ordenes, pero no hubo en ellos ni una risa ni un gesto de placer al hacerlo, ni tampoco en el mayor, al contrario, el ambiente fue de respeto.

Todos los hombres ajenos a los tres personajes de atención ya no están, el mayor se agacha y toma la cara de la niña, la ve y le brotan unas cuantas lagrimas de los ojos, la fotografía cambia, se vuelve a colores normales, la niña está inmóvil, le dice - Ahora estarás bien mi niña, a falta de tus padres yo personalmente te cuidaré hasta que en mi cuerpo no haya vida, por que si una persona no puede ser atento ni puede platicar con las flores, ¿Entonces quién lo hará? - da una orden - Por favor acerquenle mi jarrón de rosas a Magdalena - la viejita toma un jarrón amplio y chato lleno de rosas frescas que está sobre el escritorio y de repente la niña extiende los brazos para recibirlo, cuando lo ha recibido se mueve y lo mira un instante, y lo deja caer así como está, sin moverse, sobre las gotas rojas que ha derramado en ese momento y que aún están frescas sobre la alfombra.





Esto que acabo de escribir no ha de tener mucho sentido para ustedes, para mi fue un sueño, el final de una película que soñe y que no estoy seguro de si en realidad inventé y que estoy escribiendo a causa del mismo sueño, y sin duda hay algo simbólico en ella, tal vez todo sea tan sencillo que no hay que pensarse mucho.

1 comentario:

MAMACUERVO dijo...

Quizás entraste "mundos Paralelos"
ó a veces la linea que separa la vigilia del suño es tan débil que nos encontramos en ambas; muy bonita descripción del ambiente, buena prosa.